martes, 27 de agosto de 2013

Los buenos recuerdos

Cuando uno vive sólo con su depresión, uno no vive, uno sólo intenta no sentir, en definitiva no ser.

Según pasan los días, los meses, los años y las lágrimas, los buenos recuerdos aparecen de repente, golpean tu alma tan fuerte que por unos segundos te quedas paralizado, sin aliento, como si no pudieras creer que alguna vez fuiste tú el protagonista de aquellas carcajadas. 

De aquellos viajes. 

De aquellos besos y aquella sensación de querer y ser querido.

De aquellas reuniones familiares llenas de risas. 

De aquellas largas noches con tus amigos. 

De aquellos días en que, parafraseando a Víctor Heredia, tenía yo la risa como un jilguero.

Y sobre todo, de aquellas ilusiones, ilusiones compartidas con alguien que te quería y a quien tu querías que ahora ves tan ridículas que hasta te avergüenzas de haberlas tenido alguna vez.

Entonces súbitamente sientes un dolor, ese dolor, un dolor que ya te es tristemente familiar, que te sale del fondo de las entrañas, que te oprime el pecho y que en pocos segundos inunda tu rostro de lágrimas. 

Sin embargo, también tiene algo de masoquista placer. Te duele pero sigues dando vueltas y vueltas. Y lagrimas y más lágrimas.

Dicen que ésto es melancolía.Y una vez la vi definida como "el placer de estar triste".         ¿O era nostalgia?.

A veces te quedas varios minutos, incluso horas, absorto, intentando comprender que una vez tuviste esa vida que ahora percibes como una película antigua, en blanco y negro.

Es una sensación muy parecida a cuando observas el firmamento una noche de verano e intentas comprender la cantidad de estrellas que existen, sus tamaños, el delicado equilibrio en el que se mantienen.

Al final, intentas quitarte esos pensamientos de la cabeza como sea, o te volverás loco (un poco más) 

Porque ya sabemos que cuando uno vive sólo con su depresión, uno no vive, uno sólo intenta no sentir, en definitiva no ser.

moumell

No hay comentarios:

Publicar un comentario